La
respuesta que me sale a voz de pronto es: nada, no hay
diferencia entre un profano y un iniciado. ¿Cómo puede haber una
diferencia entre un ser humano y otro por el mero hecho de vivir una
ceremonia? ¿Acaso una representación, un psicodrama modifica la
esencia misma de una persona? Es verdad que vivir una iniciación
marca un hito, un antes y un después, pero pensar que esta (como
dicen los católicos) imprime carácter da a la ceremonia un poder
mágico. La propia ceremonia nos recuerda que el amor universal y la
razón son la esencia de la Masonería. Esa Razón que nos ha de
guiar a través de la iniciación para descubrir las enseñanzas que
contiene el ritual. Pues este es un compendio de lo que es la
Masonería no es una ceremonia mágica que en una hora nos da un
grado de sabiduría, un conocimiento secreto solo reservado para los
iniciados.
Como
sociedad donde la Igualdad ha de ser primordial, considerar desde la
Masonería que un iniciado y un profano son diferentes hay que verlo
con cautela y en los distintos niveles que puede tener la cuestión.
En primer lugar, hay que reconocer que hay profanos que sin haber
sido iniciados tienen formas y conocimientos de masón e iniciados
que son impermeables a las enseñanzas de la Orden. Por otro lado,
somos una fraternidad y por ende los lazos de hermandad han de ser,
para nosotros, primordiales a la hora de valorar los individuos. Si me preguntan si para mi hay
diferencia entre un hermano y un profano diré que emocionalmente, a
nivel privado, si la hay, pero socialmente yo doy el mismo valor a
los dos. A esto hay que añadir que para un masón la Fraternidad
Universal es uno de los objetivos finales de la Gran Obra y que para
nosotros la igualdad es intrínseca a toda relación humana.
Es
verdad que la iniciación modifica a las personas, pero en mi
opinión, al ser la Masonería un arte constructor que trabaja en el
tiempo y el espacio, los frutos de la Iniciación no llegan por una
imposición de espada. Llegan en el día a día, estudiando y
viviendo la Masonería, en la entrega constante al arte de la
escuadra y el compás.
1 comentario:
No me cabe duda. Una ceremonia ni imprime carácter ni produce efectos mágicos. Dicho esto y desde este acuerdo inicial, tampoco me cabe duda que es una experiencia diseñada para dejar cierta huella y abrir caminos. Y su diseño es tal que muy chapuceramente tiene que ser realizada para no calar en la persona que se inicia, para no abrir en ella algún que otro proceso.
¿Sale esa persona distinta a como entró un par de horas antes? Hombre, qué quieres que te diga, un poco sí. Si puedo salir "tocado" por una lectura, una conversación, una obra de teatro... cómo no por una ceremonia diseñada a tal efecto, con una potencia psicodramática considerable.
¿Sale esa persona "esencialmente" distinta? Pues no, para qué engañarnos. Además, algunas de esas personas bien parece que hayan pasado por la Iniciación sin que la Iniciación haya pasado por ellas.
Pero si las cosas se han hecho bien, esa persona saldrá motivada y "orientada". Luego sólo queda un pequeño detalle: perseverar a lo largo de toda una vida para llegar a ser material útil para la construcción.
Eso, de acuerdo también, no hace a los masones ni superiores, ni más dignos, ni mejores que los profanos; quizá, eso sí, algo más entrenados, en el mejor de los casos.
Lo deseable, claro está, es que ese entrenamiento resulte útil. Uno no talla por placer estético o narcisista, ¡qué desperdicio de esfuerzos dignos de mejor causa!; uno talla para encajar con el de al lado en esa permanente construcción de progreso, de una sociedad mejor.
Y, estando básicamente de acuerdo con el trazado general de la entrada, me gusta recordar la respuesta a la pregunta ¿eres masón/a?. Y también me gusta recordar aquellos tres elementos a través de los que se le reconoce. Eso, en el mejor de los casos, y la disciplina metodológica durante los años necesarios sí que debe hacer diferente a un iniciado. Y no, obviamente durante la cena de después de la Iniciación, todavía no se nota...
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