lunes, 30 de abril de 2012

La llana


Seguramente una razón que nadie esgrimiría como causa de su llegada a la masonería es aquella que se condensa en alguna de las máximas mas profundas de la masonería: reunir lo disperso,  unir los opuestos, aquello que con el paso del tiempo acabamos entendiendo como fraternidad en el más profundo significado del término.

Aunque sea una cuestión que a casi nadie nos lleve a llamar a las puertas de la Orden, con el paso del tiempo nos daremos cuenta de que es uno de los pilares fundamentales de la vida en la logia y que en un lenguaje más profano podríamos traducir por el respeto a las opiniones ajenas y dejar de lado cualquier planteamiento que nos lleve a pensar en que tal o cual actitud tenga alguna razñon de tipo personal.

La vida en una Logia, de la que las relaciones interpersonales son una parte fundamental, es una cuestión difícil y complicada, aunque no mucho más que en cualquier grupo humano. Afortunadamente contamos con más herramientas que las que el mundo profano pone en nuestras manos. La regla, la plomada, la llana, el nivel, la escuadra habrán de ser utilizadas de manera profusa, mucho más  que el mallete y el cincel ya que el primer desbastado de la piedra es sencillo, las grandes imperfecciones se eliminan con los primeros golpes que propinamos en los primeros pasos del aprendizaje; el resto del camino habremos de emplearlo en modificar otras más pequeñas pero que impedirán el perfecto encaje de nuestra piedra en el edificio en cuya construcción nos afanamos todos nosotros.

Se suele hacer mucho hincapié en el uso de la plomada y la regla, algo menos en la escuadra y casi nunca se alude a la llana, esa herramienta para el trabajo de afinamiento de las paredes y con la que se eliminan las rugosidades que impiden considerar que el trabajo se encuentra realmente terminado. También nos servirá para periódicamente proceder a labores de mantenimiento y eliminar las pequeñas grietas y desconchones que el paso del tiempo genera en cualquier construcción. No olvidemos que el trabajo masónico dura toda nuestra vida ya que difícilmente llegaremos a ver la obra acabada, la consecución de sociedades más libres, justas y fraternas. La propia actualidad en la que nos movemos nos demuestra claramente con que facilidad se puede desandar el camino adelantado si no estamos vigilantes.

Además de las herramientas de uso personal la masonería pone a nuetsro alcance la argamasa con la que se van soldando firmemente unas piedras a otras, el ágape. Ese momento distendido en el que, lejos de la rigidez del ritual, debemos tratar de abrirnos al resto de las Hermanas y Hermanos y aprovechar para limar aquellas cuestiones que hayan podido nacer al calor de un debate vivo, o de la llamada de atención de un oficial. Nada debe quedar dentro de nosotros so pena de que con el paso del tiempo, y como la gota de agua lenta pero inexorable, el muro acabe siendo perforado y la construcción corra peligro de venirse abajo.

He dicho

 


jueves, 26 de abril de 2012

Humor y masonería


Fotos W. Eugene Smith
Los masones trabajamos en nuestra piedra bruta, reflexionamos sobre cómo ser mejores y llevar a cabo esas mejoras afuera del Taller. Tenemos diversas herramientas que nos sirven para ello y sobre las que reflexionamos dándoles sentidos simbólicos y buscando continuamente ir más allá en su uso, ganando en habilidad en ese camino que os lleva a intentar ser un poco o un mucho unbenefactor de la humanidad.Dicho sea con toda la modestia que tan gran intención encierra esta fórmula.

Y en esa tarea, y en la de encontrar un referente que me sirva de ejemplo o modelo, se me cruzó la idea de que no tenía porqué ser un personaje de carne y hueso, podría ser también una característica que todos pudiéramos tener, si es que queremos, y además fuese apreciada universalmente. A veces.

No sería ya el serbenefactorcuestión de una inteligencia o una habilidad o valor personal excepcional, sino de algo que estuviese a la alcance de cualquiera, desde el más ilustre al más sencillo de los hombres, y que además estableciese una clara distinción entre quienes lo tienen y quienes no lo tienen.

De ese modo pensé en el humor como característica humana por excelencia; que hasta la fecha es una de las formas de ver el mundo más amable que tenemos. Amabilidad que no siempre es compartida, especialmente por los intransigentes y dictadores de todo tipo y pelaje.

El humor es una forma de ver la realidad en que lo risueño, lo absurdo o lo ridículo rompe la línea de la historia esperada; dándonos una interpretación de aquélla que nos obliga a aceptar la alternativa inesperada por nuestra lógica discursiva. En cierta manera nos propone otra interpretación simbólica de lo evidente. Algo que los M.·. conocemos tan bien.

Con el humor escapamos de la preocupación, nos enfrentamos a nuestras deficiencias sin sentirnos atacados, afrontamos los problemas con una energía renovada o ponemos en su sitio al prepotente y al soberbio. Saber usar el humor protege y hace inatacable a quien lo posee.
Decir de alguien que es una persona divertida es uno de los mejores halagos que se le pueden hacer, porque en el humor se unen la inteligencia y la bondad, y una pizca de retranca para señalar la tontería sin herir, pero sobre todo sin ser herido uno mismo. Porque lo que el humor resalta de una situación es casi siempre una verdad incómoda. Ya lo avisa Willy Wilder:Si vas a decirle la verdad a la gente, mejor intenta ser un poco divertido o te matarán.
El humor, y la risa, su consecuencia, se hace aborrecible para la tiranía, e incompatible con ella. No pocos humoristas han sufrido en sus carnes las represiones más duras. Recuerdo aquel jeroglífico de La Codorniz de¡Arriba Es piña!y su respuesta al secuestro de la edición con el “… y me importan tres equis que me cierren la edición. Maravillosa respuesta que condensa en una microhistoria toda la estupidez de unos -los dictadores-, y toda la flexibilidad mental de otros -los humoristas-.
El humor es la prueba del nueve para conocer a una persona o un sistema social. Charlot nos lo mostró con El gran dictador. No hubo ni uno, sobre todo pequeño, que no se diese por aludido y todos nos reímos con su impotencia para escapar al ridículo. El humor nos ponía un poco de árnica en el alma.
 
 En El nombre de la rosa de Ecco, el bibliotecario Jorge de Burgos asesinaba a aquellos que leían la obra apócrifa de Aristóteles De la Risa, pues tan aborrecible obra llevaba al hombre a una conducta que le asemejaba a los monos y le alejaba de la magnificencia queEl Creadorhabía puesto en él, insuflándole un alma inmortal para distinguirlo de los simios. Guillermo de Baskerville desvela el misterio al tiempo que abre otro: ¿cómo, si la risa nos hace humanos, es tan temida por algunos? ¿Será porque el humor nos hace libres, rompe el dogma, tritura las rigideces de las creencias y nos muestran sus límites? Si es así, y bien pudiera serlo, se entiende que los intransigentes de todo tipo vean en el humor la más peligrosa actitud contra la que sus coacciones se muestran impotentes.

Y ahora parafraseo, plagio y ¿malinterpreto? a un H.·. en el párrafo final de su post La Antimasonería masónica, en el blog Masoneríamixta, ya que quiero darle el sentido de que el humor es propio deseres humanos con criterio propio, librepensadores [] hombres y mujeres tolerantes, reflexivos e independientes. Porque lo que más teme un dictador, ya sea espiritual o político, es a un ser humano libre.

Por ello, cuanto mejor no harían losJorge de Burgosque pululan a nuestro alrededor en tomarse la vida con un poco más de tranquilad y seguir el principio devivir y dejar vivir, sin tener que andar tras quienes quieren disfrutar de un Aristóteles menos sesudo de lo que es admisible por la ortodoxia; cuanto mejor no harían en seguir el irónico consejo delautobús ateo: "Probablemente Dios no existe. Despreocúpate y disfruta de la vida".

Ricardo.

domingo, 22 de abril de 2012

Reflexiones sobre la palabra


Gerry Perrino Pondering Origin 2009-11

 Las primeras herramientas del Masón son el mallete y el cincel, una no es sin la otra. Sin cincel el mallete golpea ciego sobre la piedra, sin punto de referencia sobre el que actuar. Y esta herramienta, doble en su diseño, como el compás, acompaña al M toda su vida, aunque incorpore nuevas y más exactas herramientas, y entre ellas la polimórfica por excelencia: la palabra.

El Aprendiz ha pasado a Compañero y junto a la regla, compás y palanca se le restituye la palabra. Palabra que habrá de aplicar con criterio, como el cincel que se coloca en el punto exacto de la arista a desbastar; con medida, como la regla que simboliza el punto al que quiere llegar; con la amplitud del compás, para expresar la riqueza de su idea, usando la palabra justa, el verbo adecuado o el adjetivo que la ilumine; con la fuerza, que la palanca le presta para remover las conciencias e invitar a actuar.

Creo que es Eduardo Galeano el que dijo que tenía por norma recurrir sólo a las palabras cuando podían mejorar el silencio. En su caso es muy sencillo cumplir ese propósito. El resto, hacemos lo que podemos. Y si sólo hablásemos cuando tenemos algo interesante que decir el silencio sería ominoso. Pero, puesto que ya somos Compañeros, y se nos ha restituido la palabra, usémosla juiciosamente recordando que ésta es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha. De que no hay nada más sencillo que la incomprensión y en ocasiones parece que el fin natural de casi cualquier comunicación sea la incomprensión, haciendo bueno aquel aserto que venía a decir que nada es más difícil que entenderse en el propio idioma.

Si somos medianamente conscientes de lo complicado que es entenderse y del amplísimo margen deincomprensiónque cualquiera de nuestras palabras puede generar, seamos pacientes; démonos tiempo para interiorizar lo escuchado, sentir en nuestro interior los reflejos de la palabra pronunciada. Y si después de este tiempo, de la reflexión noentendemos, nocompartimoslo escuchado, intervengamos para aclarar, disentir, dar otro enfoque -si se quiere radicalmente distinto, sin miedo, sin ira-; que sea, en este caso, la palabra, una manera de remover ideas, de aportar un remolino en la aparente tranquilidad cuando todos nos conformamos con lo primero que escuchamos.

No tengamos miedo a ir contracorriente, a expresar una discrepancia, a dudar de la certeza de lo oído y sobre todo de lo propio. Que la armonía no se vea como un estado sino como una conclusión del contraste de pareceres. Que la armonía sea una pared sólida porque se han puesto en ella los mejores materiales, y éstos sólo aparecen cuando todos aportan sus mejores ideas (palabras), los colocan juntos a otros y ven cómo encajan en la obra común. Algunos se desecharan, otros quedaran aparentemente sin relumbre tapados por los revocos finales, pero sin la presencia de todos ellos la pared sería distinta y sin duda peor.

En la participación en logia debemos usar la palabra con el mismo cuidado con que usamos el cincel: no vaya ser que tengamos que comérnosla y se nos indigeste. Si la palabra libera al hombre, le hace responsable de su destino, su mal uso le convierte en esclavo de sus errores y sobre todo en un entorpecedor de la obra común. Si se construye mejor en silencio que en la algarabía de lo dicho sin reflexión, es porque la palabra deja a la piedra mal colocada, con una argamasa de mala calidad: frágil, quebradiza, que apenas sujetará al resto. Por ello, es por lo que tenemos que usarla con especial cuidado, como la medida exacta de arena, cemento y agua. Con la palabra acercas o alejas, sujetas o derribas las piedras de todos. Úsala con medida, como la regla; generosamente, como el trazo del compás y con la fuerza de la palanca para colocarla en el lugar adecuado.

Ricardo