viernes, 31 de diciembre de 2010

El trabajo en masonería


Una cuestión fundamental en masonería es su particular percepción del trabajo.

La jornada laboral -simbólica-, lejos de ser entendida como una sucesión de ocho horas de tedio, es definida como un intervalo completo -del medio día a la media noche- que se sacraliza por su capacidad para generar sentido.

Y es que el trabajo masónico, al contrario que el profano, no se basa en el dinero; tiene como objetivo generar cohesión fraternal -cómo los ágapes- y favorecer al desarrollo del masón y su entorno.

De acuerdo con esto, en el modelo masónico el obrero libre edifica su propio "templo interior" a cualquier hora del día, sin que exista distinción entre el ocio y el trabajo.

¡Qué bello juego simbólico! ¡Qué hermosa quimera!

¿Pero qué tiene que ver un ejercicio lúdico orientado al desarrollo del individuo con una profesión remunerada? ¿Qué tiene de interesante definir cómo sagrado el trabajo en logia si en realidad necesitamos dedicar la mitad de nuestra vida a un oficio en el que no creemos?

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Italia es el laboratorio del totalitarismo moderno

MIGUEL MORA  
12/12/2010 
© EDICIONES EL PAÍS, S.L.


Puntal del laicismo, la democracia y el sentido común, Stefano Rodotá es un hombre exquisitamente amable. Sabio del derecho, comprometido a la antigua y heredero del activismo de Pasolini, es acaso el penúltimo humanista europeo y uno de los pocos intelectuales de referencia que quedan en esta Italia "triste y deshilachada, que solo se mira el ombligo y parece cada vez más un apéndice del Vaticano cuando se acercan los 150 años de la unidad del país".

Profesor emérito de Derecho Civil en la Universidad de La Sapienza de Roma, Rodotà, nacido en Cosenza hace 73 años, escribe libros y artículos, asiste a congresos, dirige el Festival de Derecho de Piacenza, promueve manifiestos y da la batalla civil por un sinfín de causas, de la libertad de prensa a la ética pública y la eutanasia.

Elegido diputado por el Partido Comunista Italiano en 1979, vivió la convulsa década final de la Primera República en el Parlamento y luego fue el primer presidente del Partido Democrático della Sinistra (PDS), fundado en 1991 por Achille Occhetto a partir de las cenizas del PCI. Solo un año después, quizá profetizando la que se avecinaba, abandonó la política.

Hoy enseña en universidades de todo el mundo, y como especialista en filosofía del derecho y coautor de la Carta Fundamental de Derechos de la UE, es la "tabla" de medir libertades individuales, nuevos derechos, calidad democrática y abuso de poder. Sus textos sobre la relación entre derecho e intimidad, tecnología, trabajo, información y religión se consideran clásicos.

Ahora, Trotta acaba de traducir su libro La vida y las reglas. Entre el derecho y el no derecho, un ensayo de 2006 ampliado en 2009 en el que Rodotá replantea los límites del derecho y reivindica uno nuevo, "más sobrio y respetuoso con las múltiples y nuevas formas que ha adquirido la vida humana".

El profesor denuncia la tiranía que los nuevos popes de la ley tratan de imponer a los ciudadanos: la "casta de notables" que forman juristas y abogados, los grandes despachos internacionales que "crean las reglas del derecho global por encargo de las multinacionales", los "invisibles legisladores que secuestran el instrumento jurídico, transformando una mediación técnica en una actitud sacerdotal".

martes, 28 de diciembre de 2010

La lectura de la aplomación que se le hizo en su día al, ahora, Maestro Mastropiero

... y en público. ¡Dónde vamos a llegar con este continuo desvelar de los más íntimo secretos de la Masonería!


viernes, 24 de diciembre de 2010

Bertrand Rusell, por qué no soy cristiano


Lo que sigue es una parte del prefacio de la conferencia que Sir Bertrand Rusell pronunció el 6 de marzo de 1927, en el Ayuntamiento de Battersea, bajo los auspicios de la Sociedad Laica Nacional, publicada en el libro "Por qué no soy cristiano" de la colección Pensamiento Crítico del diario Público
........El daño que hace una religión es de dos clases, una dependiente de la clase de creencia que se considera que se debe profesar, y otra dependiente de los dogmas particulares en que se cree. Con respecto a la clase de creencia, se considera virtuoso el tener fe, es decir, tener una convicción que no puede ser debilitada por la evidencia contraria. ahora bien, si esa evidencia induce a la duda, se sostiene que debe ser suprimida. Mediante semejante criterio, en Rusia los niños no pueden oír argumentos en favor del capitalismo, ni en Estados Unidos en favor del comunismo. Esto mantiene intacta la fe de ambos y lista para una guerra sanguinaria. La convicción de que es importante creer esto o aquello, incluso aunque un examen objetivo no apoye la creencia, es común a casi todas las religiones e inspira todos los sistemas de educación estatal. La consecuencia es que las mentes de los jóvenes se desarrollan y se llenan de hostilidad fanática hacia los que detentan otros fanatismos y, aún con más virulencia, hacia los contrarios a todos los fanatismo. El hábito de basar las convicciones en su prueba y de darles sólo el grado de certeza que la prueba autoriza, si se generalizase, curaría la mayoría de los males que padece el mundo. pero, en la actualidad y en muchos países, la educación tiende a prevenir el desarrollo de dicho hábito, y los hombres que se niegan a profesar su fe en algún sistema de dogmas infundados no son considerados idóneos como maestros de la juventud.

Los anteriores males son independientes del credo particular en cuestión y existen igualmente en todos los credos que se ostentan dogmáticamente. Pero también hay, en la mayoría de las religiones, dogmas éticos específicos que causan daño definido. La condenación católica del control de la natalidad, si prevaleciese, haría imposible la mitigación de la pobreza y la abolición de la guerra. Las creencias hindúes de que la vaca es sagrada y que es malo que las viudas se vuelvan a casar causan un sufrimiento innecesario. La creencia comunista en la dictadura de Verdaderos Creyentes ha producido toda clase de abominaciones.

Se nos dice que sólo el fanatismo puede hacer eficaz un grupo social. Creo que es totalmente contrario a las lecciones de la historia. Pero, en cualquier caso, sólo los que adoran servilmente el éxito pueden pensar que la eficacia es admirable sin tener en cuenta para que sirve. Por mi parte, creo que es mejor hacer un bien pequeño que un mal grande. el mundo que me gustaría ver sería un mundo libre de la virulencia de las hostilidades propias del grupo, capaz de poner en pie una felicidad para todos, que derivaría más de la cooperación que de la lucha. Querría ver un mundo en el que la educación tendiese a la libertad mental en lugar de encerrar la mente de la juventud en la rígida armadura del dogma, calculado para protegerla durante toda su vida contra los dardos de la prueba imparcial. el mundo necesita mente y corazones abiertos, y estos no pueden derivarse de rígidos sistemas, ya sean viejos o nuevos

jueves, 16 de diciembre de 2010

400 años de la expulsión de los moriscos


 
La Federación Española de la masonería mixta internacional “Le droit humain” (El derecho humano), por resolución de su convento anual del 2009, envió una carta al gobierno español pidiendo el reconocimiento de los moriscos después de 400 años de su expulsión. Este hecho nos puede plantear una serie de preguntas ¿Qué tiene que ver la masonería con la expulsión de los moriscos? Y sobre todo ¿Qué aporta recordar algo que sucedió hace cuatrocientos años a los masones y a los hombres y mujeres libres de hoy en día? ¿Quiénes eran estos moriscos?

lunes, 13 de diciembre de 2010

El decálogo del caminante - MANUEL PIMENTEL

MANUEL PIMENTEL 
14/11/2010

En estos momentos de tribulación y dolor distribuido por todas las capas de la sociedad española, resulta sabio descubrir lo que de positivo pueden encerrar las dificultades que atravesamos.

No caminas solo. Tu felicidad también se encuentra en la de los demás. Lo que das, recibes

Hace unas semanas me invitaron a pronunciar unas palabras en el I Congreso Internacional de la Felicidad. Acepté sin saber muy bien del todo qué podía aportar yo a materia tan vaporosa y subjetiva. ¿Qué es la felicidad? Según el diccionario de la RAE, la felicidad es el estado del ánimo que se complace en la satisfacción de un bien. También la describe con los sinónimos de satisfacción, gusto, contento. Poca cosa para definir ese luminoso objeto del deseo. Todos queremos ser felices; ahora bien, ¿cómo se consigue?

No lograba enfocar mi intervención. ¿Tenía yo atributos morales para hablar de felicidad? ¿Soy feliz? Pues a ratos sí y a ratos no, como casi todo el mundo, supongo. Tan solo los místicos en éxtasis o los yoguis del nirvana pueden considerarse en estado de felicidad permanente. El resto de los mortales podemos hacer balances globales entre los momentos buenos y los malos, y la coincidencia razonable entre nuestros deseos y nuestra realidad, o, mejor aún, en la coherencia percibida entre nuestro comportamiento y nuestros ideales.

Uno no es feliz. Uno se siente feliz, que es algo bien distinto. La felicidad se mire con un baremo interior, íntimo, exclusivo. Es un efímero cotidiano, subjetivo y placentero. También es el balance de un camino en su conjunto. Lo que para unos hace feliz, para otros supone congoja. Nadie externo puede saber en verdad cuán felices nos sentimos. Nuestras vidas son caminos que recorremos paso a paso, jornada a jornada. Hay etapas buenas, menos buenas y malas. Al igual que no es lo mismo un viajero que un turista, también existe una sabiduría del caminante, que lo distingue del triste deambular zombi de una parte importante de la población.

Decidí, en un ejercicio de osadía, resumir esa sabiduría en un sucinto decálogo del caminante, que, en pinceladas, enumero a continuación:

jueves, 9 de diciembre de 2010

La fusión de géneros

  
Conocí a un masón hace años, antes de mi entrada en Masonería, que, al comentarme sobre su Obediencia, me explicó que no admitían a mujeres. Me extrañó, y se lo dije. Pues él era un hombre que se identificaba con la izquierda y nunca hubiera sospechado que pudiese pertenecer a una organización que excluyese a la mujer. La explicación que me dio fue de esas que no llegas a creértelas del todo. Su “explicación” era que después de sus “reuniones” tenían una cena en la que se bebía bastante y se acababa muy tarde, y que en esas “circunstancias” no era correcto que hubiera mujeres. Como creí que me tomaba el pelo cambié de conversación.

Hace poco leí en un blog una discusión entre masones que defendían la no aceptación de la mujer en masonería por el peligro de “distracción” que tendrían los HH durante sus trabajos en el T.·. Ya se sabe que la mujer es causa de perdición para el hombre, que dirían los Padres de la Iglesia. Pero nada que no se arregle con una buena ducha fría.

Los dos ejemplos tienen mucho de chascarrillo y, planteados como crítica a esa parte de la M.·., que no acepta la iniciación de la mujer, parecen pueriles, inmerecedores de mayor consideración. Y tendrían razón, si no fuera porque son una muestra esperpéntica de un pensamiento tan retrógrado que asombra que pueda encontrarse en personas que dicen tener como objetivos su mejora personal y la de la Humanidad. Son anécdotas que muestran categorías intelectuales, y no de las más brillantes.

Ambas situaciones nos muestran cómo continua esa mentalidad que adjudica a la mujer, por un lado, la minoría de edad mental, y por otro, la lujuria incontinente; que unidas en la calenturienta mente de algunos les pone en la embarazosa situación del grupo de amigotes y de rijosos pillados in fraganti en “sus travesuras”.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Sobre Metales, espejismos e ilusiones

 

En el proceso de desapego que se ha de ir produciendo en el difícil camino de la iniciación interna y personal, nos vamos encontrando con distintos formas de metales simbólicos. El primero, más evidente y grosero es el apego a las cosas materiales, es desde mi punto de vista aquél donde más hincapié ponemos, y sin embargo quizá el más fácil de superar para un individuo mínimamente evolucionado.

¿Porqué entonces nos obcecamos en ver en él el mayor obstáculo? Probablemente porque los demás apegos son mucho más difíciles de distinguir y mucho mas costosos de erradicar.

En el proceso de desarrollo y evolución interna avanzamos en espiral, de tal forma que cuando creemos haber vencido un escollo de la personalidad, este vuelve a aparecer. En espiral porque aparece en distintos planos del ser, primero superamos la manifestación física de ese obstáculo, pero luego volvemos a encontrarlo en el plano de las emociones y posteriormente en el mental.

Quisiera pasar ahora a analizar esos obstáculos que comprenden los amplios campos de la ilusión y el espejismo.

Ilusión es, principalmente, una cualidad mental, algo que caracteriza la actitud mental de las personas. La ilusión es culpable de la incomprensión de las ideas, de las formas mentales (pensamientos) y de las malas interpretaciones.

Los individuos polarizados mentalmente se encuentran a veces sujetos a la ilusión de una forma mental creada, tan poderosa que a veces controla la actividad de su vida, sin dejarle ver en otras direcciones. Este tipo de ilusión es el que produce en el peor de los casos la insania mental o locura y en el mejor el fanatismo. El ser inmerso en esta ilusión no ve otro sentido a su vida, y se empeña en que los demás también la asuman en el misma medida. En los hombres más comunes la ilusión que abarca sus vidas es menos individual y responde a un sentir general y masivo.

El resultado es que la ilusión lleva al hombre a caer en diversos errores.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Discurso de investidura como Doctor “Honoris Causa” del Excmo. Sr. D. Joan Manuel Serrat 15 de marzo de 2006

... Seguro que en esto habrá quien tenga otro punto de vista tan legítimo como el mío. Pero en lo que supongo que estarán de acuerdo conmigo es en que el hombre, al defender los valores democráticos, al enfrentarse a la discriminación y la intolerancia, al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia.

Reivindico valores como la libertad y la justicia como un algo único, pues no hay libertad sin justicia, ni justicia sin libertad.

Lo hago frente a la preponderancia aplastante del dinero, valor supremo por el que se miden y se valoran las cosas y las gentes.

Reivindico la justicia y la libertad, porque reivindico la vida.

Reivindico a la humanidad en su sentido más amplio.

Reivindico a los humanos y a la naturaleza, que nos acoge y de la que formamos parte.

Reivindico el realismo de soñar en un futuro donde la vida sea mejor y las relaciones más justas, más ricas y positivas, y siempre en paz.

Y sobre todo, como un derecho que todo lo condiciona, reivindico el conocimiento como el pilar fundamental que nos sustenta y que nos caracteriza positivamente como especie.