Tomadme con cierta inocencia, e
intentaré escribir como cuando el Caos se abre y la magia surge.
Las herramientas de la Masonería son símbolos.
El Ritual que seguimos nos pone en situación de acercarnos a esos símbolos, y
los símbolos nos abren las posibilidades de la comprensión.
Los Símbolos son llaves que abren, y cierran, rincones
de la mente a los que no se puede acceder con el mero deseo de llegar a ellos,
ni siquiera con el trabajo o, y, la
agudeza intelectual.
El trabajo con y sobre símbolos es un arte, porque permite que surjan
naturalmente pensamientos, emociones e intuiciones que transforman y son
entonces vueltos ellos mismos a transformarse. Es el eterno retorno, es la
espiral del camino iniciático. Cuando un símbolo abre una nueva mirada, cuando sitúa
al ser Humano en un nuevo punto de vista, el propio símbolo ofrece una faceta
antes no vislumbrada.
Pero los peligros acechan, y el símbolo
arquetípico es degradado convirtiéndolo en un estereotipo, corta y pega de lo
explicado por el que nos precedió.
El Símbolo es verdadero cuando hace surgir del
Ser aquello que no hubiera podido surgir de otra manera, cuando sientes que ese
gozne se ha movido, cuando el vértigo se apodera de tu mirada y tras el reposo
te ves situado en otro lugar.
Cuando nos acercamos al símbolo, el
Racionalismo nos desencanta y la Devoción lo vuelve superficial.
Los símbolos no se interiorizan, surgen del
interior, los símbolos no se pueden explicar sin matarlos. El símbolo es
personal, y podemos caminar juntos y vivirlo al igual que podemos subir juntos
una montaña, pero la montaña no es la misma para ninguno de nosotros, aunque no
la podamos andar solos.
Por eso:
Tomadme con cierta inocencia, e
intentaré escribir como cuando el Caos se abre y la magia surge.
He dicho.
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