Entiendo que el compromiso de una persona con algo o con alguien tiene múltiples connotaciones e impactos: consigo misma, con su entorno y con la sociedad. Si a esto añadimos el hecho de formar parte de la fraternidad masónica, el Compromiso debe escribirse en mayúsculas.
¿Por qué?, muy fácil de entender: desde el momento en que eres iniciado o iniciada, desde el mismo instante en que haces el primer juramento, o cuando se te cae la venda y ves frente a ti a los HH.·. y HHnas.·., se produce un cambio radical en una misma: hay un antes y un después en cada uno de nosotros. Y éste después es, desde ese instante, el inicio de toda una nueva vida para vivirla como tal, como masona, con todo lo que ello significa y con todo lo que ello implica.
Para empezar, ser un eslabón más en la cadena de unión. O, dicho de otra manera, unirse a otras piezas más en la construcción de la Humanidad.
Teniendo estas connotaciones presentes es por lo que viví con interés a la vez que con ansiedad, cada paso que fui dando desde que solicité el ingreso en la O.M.M.I. Le Droit Humain, firmé los primeros documentos, hice las aplomaciones o realicé el Pase Bajo Venda
Recuerdo bien esa noche, después de salir de la ceremonia. Habían pasado casi dos horas y las piernas aún me temblaban. Yo sabía bien lo qué me estaba pasando: acaba de adquirir un gran compromiso: conmigo misma (y seré yo la que mejor sepa en qué grado lo estaré cumpliendo verdaderamente), con mis HH. Y HHnas y por tanto la Obediencia y con la sociedad en su conjunto, para la que trabajo en ayudar a conseguir el fin último de la M.: el progreso de la Humanidad.
Estaba segura que no había dado un paso equivocado, previamente había buscado, leído y estudiado el “ideario” de la organización de la que deseaba pertenecer.
Compartía los valores en que se sustentaba:
¿Por qué?, muy fácil de entender: desde el momento en que eres iniciado o iniciada, desde el mismo instante en que haces el primer juramento, o cuando se te cae la venda y ves frente a ti a los HH.·. y HHnas.·., se produce un cambio radical en una misma: hay un antes y un después en cada uno de nosotros. Y éste después es, desde ese instante, el inicio de toda una nueva vida para vivirla como tal, como masona, con todo lo que ello significa y con todo lo que ello implica.
Para empezar, ser un eslabón más en la cadena de unión. O, dicho de otra manera, unirse a otras piezas más en la construcción de la Humanidad.
Teniendo estas connotaciones presentes es por lo que viví con interés a la vez que con ansiedad, cada paso que fui dando desde que solicité el ingreso en la O.M.M.I. Le Droit Humain, firmé los primeros documentos, hice las aplomaciones o realicé el Pase Bajo Venda
Recuerdo bien esa noche, después de salir de la ceremonia. Habían pasado casi dos horas y las piernas aún me temblaban. Yo sabía bien lo qué me estaba pasando: acaba de adquirir un gran compromiso: conmigo misma (y seré yo la que mejor sepa en qué grado lo estaré cumpliendo verdaderamente), con mis HH. Y HHnas y por tanto la Obediencia y con la sociedad en su conjunto, para la que trabajo en ayudar a conseguir el fin último de la M.: el progreso de la Humanidad.
Estaba segura que no había dado un paso equivocado, previamente había buscado, leído y estudiado el “ideario” de la organización de la que deseaba pertenecer.
Compartía los valores en que se sustentaba:
- Libertad y tolerancia
- Igualdad y responsabilidad
- Fraternidad y solidaridad
- Compromiso de ayuda al otro
- Búsqueda de la verdad
Tenía entendido que practicaba:
- La cortesía y respeto al otro
- La escucha activa
- La no invocación de dogmas
- El estudio e instrucción permanente
- La entrega incondicional
- El permitir el librepensamiento y el intercambio de opiniones
- El autoanálisis o conocimiento personal
Hasta aquí, digamos, conocía inicialmente la teoría de la “asociación” en la que estaba entrando. Tras la ceremonia de la Iniciación, se añadieron otras informaciones recogidas en el Memento y los Reglamentos, que sumaban elementos desconocidos hasta ese momento e imprescindible para el trabajo que iniciaba, así como un matiz más al recién adquirido juramento: el estudiarlo, aprenderlo y practicarlo debidamente.
Pero rescato la respuesta a ¿eres masón?: “mis hermanos y hermanas me reconocen como tal”.
Si me van a reconocer como tal es porque he de ejercitar y practicar, el compromiso con el Taller, la Logia y con la propia Obediencia:
- Participando activamente, más allá de la asistencia a las tenidas. Desde un primer momento yo sabía que tenía que “rescatar” minutos de mi vida para el estudio, los trabajos, la colaboración en diversas tareas internas o externas al Taller. No me daba miedo, tan sólo se trataba de no lanzarme impulsivamente sino de manera organizada, a la vez que constante.
- Preocupándome por el estado y las necesidades de mis HH y HHnas. Colaborando con ellos en la medida de mis posibilidades, Aportando ayuda de diferente tipo, no sólo económica, sino logística, intelectual…Generando y manteniendo lazos fraternales; posibilitando conocer a otros HH.y HHas, con los que compartir, tanto momentos de trabajo o rituales, como espacios de ocio y encuentros personales.
Todo esto incorporado a la práctica cotidiana, no debe vivirse como un esfuerzo sino algo habitual en la vida de esta “nueva persona”. Entiendo que ya no eres como antes de la I.·., ahora, ese compromiso personal y voluntariamente adquirido, ejerce una función de “supervisor” de una misma. Cada acción que realizas debe ser diferente a la que hacías antes de entrar en Masonería.
Nuestras respuestas, nuestra actitud hacia determinadas vivencias, ante determinados problemas sociales, económicos…deben mirarse y vivirse con otras lentes distintos. Ahora, no podemos dejar pasar las cosas de cualquier manera. No, estamos comprometidos con la Humanidad, con su Progreso y eso, no se hace de manera abstracta, sino sumando fuerzas, añadiendo pequeñas acciones sumatorias a otras tantas, alzando la voz ante las situaciones injustas o frente a la conculcación de los derechos sociales, económicos y culturales de toda o parte de la humanidad.
Ser masona me compromete cada día, cada instante, siento que la cadena que me une a mis hermanos y hermanas me genera obligaciones y, a la vez, me nutre de compensaciones. La fundamental: el tenerles, el saber que están ahí para enseñarme, ayudarme, orientarme. Para disfrutar de muchos instantes de aprendizaje, de confidencias, de debate…
¿Hay algún otro compromiso que compense tanto?.
Ser masona me compromete cada día, cada instante, siento que la cadena que me une a mis hermanos y hermanas me genera obligaciones y, a la vez, me nutre de compensaciones. La fundamental: el tenerles, el saber que están ahí para enseñarme, ayudarme, orientarme. Para disfrutar de muchos instantes de aprendizaje, de confidencias, de debate…
¿Hay algún otro compromiso que compense tanto?.
He dicho
Candela
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