El materialismo tiene muy mala prensa hoy en día. Bueno, hoy y siempre. Decir de alguien que es un materialista es adjudicarle pobreza emocional, falta de sensibilidad, vacío espiritual, ateismo, frialdad personal, falta de valores… Vamos, que no hay por donde cogerle. Qué distinto cuando se define a alguien como espiritual; entonces es sensible, afectuoso, cercano, desprendido… En los antípodas el uno del otro.
Pero,
¿de
verdad
son
así
uno
y
otro?
O
inclinarse
por
una
opción
¿conlleva
necesariamente
la
anulación
de
la
otra?
Si
nos
preocupamos
por
los
aspectos
materiales,
¿estamos
negando
los
“espirituales”?
O
cuando
nos
centramos
en
lo
concreto
del
día
a
día,
¿estamos
ignorando
la
necesidad
de
sentido
que
hay
en
el
ser
humano?
Por
ponerlo
en
términos
masónicos:
¿De
qué
hablamos
cuando
decimos
que
trabajamos
para
el
“Progreso
de
la
Humanidad”?
Es
habitual
que
en
las
discusiones
sobre
esta
fórmula
se
manejen
varias
alternativas
a
la
hora
de
hablar
de
qué
entendemos
por
ese
“progreso”.
Unas
posturas
hacen
hincapié
en
los
asuntos
éticos,
en
la
protección
o
desarrollo
de
los
valores
morales;
otras
se
enfocan
hacia
los
asuntos
del
desarrollo
económico,
de
mejora
de
los
indicadores
de
la
calidad
de
vida:
educación,
sanidad…,
de
la
renta
per
cápita,
etc.
En
ocasiones
ambas
posturas
suelen
contraponer
los
términos
de
materialismo
y
espiritualidad
como
extremos
difícilmente
reconciliables:
o
eres
una
persona
que
prima
los
aspectos
del
espíritu,
con
un
cierta
despreocupación
por
lo
material
e
inmediato;
o
un
materialista
que
parece
olvidar
los
valores
éticos
y
humanistas.
En
2005,
Sam
Harris,
filosófo
y
escritor
estadounidense,
publicaba
su
Manifiesto
ateo
-que
recomiendo
por
el
profundo
humanismo
que
hay
en
su
alegato-,
en
el
que
desmontaba
esas
estereotipadas
ideas
que
se
tienen
sobre
los
ateos.
Dice:
“Los
países
con
altos
niveles
de
ateísmo
también
son
los
más
caritativos
en
términos
de
prestación
de
ayuda
extranjera
al
mundo
en
desarrollo.
El
dudoso
eslabón
existente
entre
el
fundamentalismo
cristiano
y
los
valores
cristianos
también
es
refutado
por
otros
índices
de
caridad.
Consideremos
la
proporción
entre
los
salarios
de
los
altos
ejecutivos
y
los
salarios
de
los
empleados
medios:
en
Gran
Bretaña
es
de
24
a
1;
en
Francia,
de
15
a
1;
en
Suecia,
de
13
a
1;
en
los
Estados
Unidos,
donde
el
83
%
de
la
población
cree
que
Jesús
literalmente
resucitó
de
entre
los
muertos,
es
de
475
a
1.
Parece
que
aquí
muchos
camellos
esperan
entrar
fácilmente
por
el
ojo
de
una
aguja.”
Venía
Harris
a
sacar
la
conclusión
de
que
a
la
hora
de
preocuparse
por
el
bienestar
real
de
los
demás,
a
la
hora
de
aportar
fondos
para
el
“progreso
de
la
humanidad”,
siendo
ese
“progreso”
escuelas,
salud,
alimentos,
infraestructuras,
etc.,
son
los
países
con
más
alta
concentración
de
ateos
los
que
que
más
aportan
en
ese
otro
índice
-materialista-
del
0.7
%
de
su
PIB
a
que
la
miseria
de
millones
de
semejantes
sea
algo
menor.
Es
para
reflexionar.
Hace
unos
meses
saltó
el
escándalo
de
Nueva
Rumasa
a
los
medios
de
comunicación.
El
grupo
de
empresas
que
se
engloban
bajo
esa
denominación
estaba
en
quiebra,
y
sus
propietarios
y
administradores
-la
familia
Ruiz-Mateos,
con
el
patriarca
a
la
cabeza-,
imputados
por
graves
delitos.
Los
ahorradores
que
confiaron
su
dinero,
los
empleados
del
grupo
Nueva
Rumasa
se
encontraron
de
la
noche
a
la
mañana
sin
su
dinero
y
sin
su
trabajo.
El
escándalo
fue
y
es
mayúsculo:
desvío
de
dinero
a
paraísos
fiscales,
estafa,
deudas
con
la
Seguridad
Social,
falsedad
en
documentos
públicos…
etc.
En
plena
vorágine,
José
María
Ruiz-Mateos
declaró:
"Si
no
devolvemos
hasta
el
último
euro
a
nuestros
inversores,
a
las
personas
que
en
un
gesto
de
bondad
y
de
confianza
nos
han
depositado
sus
ahorros,
me
pegaría
un
tiro
en
la
cabeza,
si
es
que
la
fe
que
profeso
me
lo
permitiera."
Afortunadamente,
don
José
María
nunca
llegará
a
plantearse
en
serio
esa
alternativa;
aunque
hubiera
sido
muy
de
agradecer
que
la
escrupulosidad
que
muestra
con
su
fe
la
hubiera
tenido
con
las
leyes
fiscales
y
societarias.
Les
hubiera
ido
mucho
mejor
a
sus
empleados
e
impositores.
Lamentablemente,
el
Sr.
Ruiz-Mateos
no
ha
llegado
a
ver
la
relación
entre
ser
un
hombre
de
profundas
creencias
y
cumplir
con
las
leyes.
Parece
que
algunas
personas,
como
en
el
caso
del
Sr.
Ruiz-Mateos,
no
acaban
de
ver
esa
relación
entre
la
creencia
espiritual
y
la
obligación
social
concreta,
sin
que
por
ello
deban
cargar
con
ese
sambenito
de
insensibilidad,
frialdad
o
vacío
moral;
o
como
le
pasaba
a
un
profesor
de
yoga
llamado
“Chandrabutrapa”,
o
algo
así,
-de
profano
Vicente-
que
acudía
a
una
importante
empresa
a
impartir
clases
a
un
grupo
de
empleados,
y
del
que
me
cuentan
que
iba
de
inmaculado
blanco
y
con
turbante,
y
al
que
se
le
reclamó
que
presentara
los
TC2
de
sus
cotizaciones
a
la
Seguridad
Social
para
permitirle
el
acceso
a
las
oficinas;
pero
como
resultó
que
no
cotizaba
por
los
ingresos
que
obtenía
se
le
indicó
que
la
compañía
no
podía
sumir
el
riesgo
de
que
en
caso
de
accidente
ésta
fuese
considerada
responsable
civil
subsidiaria
de
los
daños
que
él
sufriera
o
causase,
y
que
se
pusiera
al
día
con
la
Tesorería
de
la
Seguridad
Social
si
quería
seguir
trabajando
allí
como
autónomo.
“Chandrabutrapa”
-Vicente-
se
subió
al
carro
de
la
espiritualidad
brahamanica
y
tras
comentar
los
métodos
dictatoriales
de
control
por
los
que
se
le
negaba
el
acceso
se
marchó
muy
digno.
Afortunadamente
para
los
participantes
en
yoga
al
poco
se
encontró
otro
profesor
que
sí
cotizaba
a
la
Seguridad
Social
y
no
veía
incompatible
la
espiritualidad
yóguica
con
la
materialidad
fiscal.
Cuando
se
propone
a
un
profano
para
su
ingreso
en
masonería
se
dice
que
es
acreedor
a
esa
condición
por
ser
“libre
y
de
buenas
costumbres”.
Fórmula
de
amplia
consideración
y
de
la
que
me
gustaría
creer
que
comprende
la
“buena
costumbre”
de
ser
cumplidor
con
las
obligaciones
fiscales,
por
mejorables,
criticables
o
inadecuadas
que
me
puedan
parecer
en
bastantes
casos,
pero
que
no
me
eximen
ni
justifica
incumplirlas.
En
estas
fechas
es
un
buen
momento
para
que
cada
uno
reflexione
qué
de
materialista
o
de
espiritual
tiene
en
su
cartera
masónica
al
respecto
de
Hacienda
y
ver
cómo
contribuimos
a
ese
“Progreso
de
la
Humanidad”
más
cercano
como
es
el
erario
público
de
España.
Ricardo.
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