Gerry Perrino Pondering Origin 2009-11 |
El
Aprendiz
ha
pasado
a
Compañero
y
junto
a
la
regla,
compás
y
palanca
se
le
restituye
la
palabra.
Palabra
que
habrá
de
aplicar
con
criterio,
como
el
cincel
que
se
coloca
en
el
punto
exacto
de
la
arista
a
desbastar;
con
medida,
como
la
regla
que
simboliza
el
punto
al
que
quiere
llegar;
con
la
amplitud
del
compás,
para
expresar
la
riqueza
de
su
idea,
usando
la
palabra
justa,
el
verbo
adecuado
o
el
adjetivo
que
la
ilumine;
con
la
fuerza,
que
la
palanca
le
presta
para
remover
las
conciencias
e
invitar
a
actuar.
Creo
que
es
Eduardo
Galeano
el
que
dijo
que
tenía
por
norma
recurrir
sólo
a
las
palabras
cuando
podían
mejorar
el
silencio.
En
su
caso
es
muy
sencillo
cumplir
ese
propósito.
El
resto,
hacemos
lo
que
podemos.
Y
si
sólo
hablásemos
cuando
tenemos
algo
interesante
que
decir
el
silencio
sería
ominoso.
Pero,
puesto
que
ya
somos
Compañeros,
y
se
nos
ha
restituido
la
palabra,
usémosla
juiciosamente
recordando
que
ésta
es
mitad
de
quien
la
dice
y
mitad
de
quien
la
escucha.
De
que
no
hay
nada
más
sencillo
que
la
incomprensión
y
en
ocasiones
parece
que
el
fin
natural
de
casi
cualquier
comunicación
sea
la
incomprensión,
haciendo
bueno
aquel
aserto
que
venía
a
decir
que
nada
es
más
difícil
que
entenderse
en
el
propio
idioma.
Si
somos
medianamente
conscientes
de
lo
complicado
que
es
entenderse
y
del
amplísimo
margen
de
“incomprensión”
que
cualquiera
de
nuestras
palabras
puede
generar,
seamos
pacientes;
démonos
tiempo
para
interiorizar
lo
escuchado,
sentir
en
nuestro
interior
los
reflejos
de
la
palabra
pronunciada.
Y
si
después
de
este
tiempo,
de
la
reflexión
no
“entendemos”,
no
“compartimos”
lo
escuchado,
intervengamos
para
aclarar,
disentir,
dar
otro
enfoque
-si
se
quiere
radicalmente
distinto,
sin
miedo,
sin
ira-;
que
sea,
en
este
caso,
la
palabra,
una
manera
de
remover
ideas,
de
aportar
un
remolino
en
la
aparente
tranquilidad
cuando
todos
nos
conformamos
con
lo
primero
que
escuchamos.
No
tengamos
miedo
a
ir
contracorriente,
a
expresar
una
discrepancia,
a
dudar
de
la
certeza
de
lo
oído
y
sobre
todo
de
lo
propio.
Que
la
armonía
no
se
vea
como
un
estado
sino
como
una
conclusión
del
contraste
de
pareceres.
Que
la
armonía
sea
una
pared
sólida
porque
se
han
puesto
en
ella
los
mejores
materiales,
y
éstos
sólo
aparecen
cuando
todos
aportan
sus
mejores
ideas
(palabras),
los
colocan
juntos
a
otros
y
ven
cómo
encajan
en
la
obra
común.
Algunos
se
desecharan,
otros
quedaran
aparentemente
sin
relumbre
tapados
por
los
revocos
finales,
pero
sin
la
presencia
de
todos
ellos
la
pared
sería
distinta
y
sin
duda
peor.
En
la
participación
en
logia
debemos
usar
la
palabra
con
el
mismo
cuidado
con
que
usamos
el
cincel:
no
vaya
ser
que
tengamos
que
comérnosla
y
se
nos
indigeste.
Si
la
palabra
libera
al
hombre,
le
hace
responsable
de
su
destino,
su
mal
uso
le
convierte
en
esclavo
de
sus
errores
y
sobre
todo
en
un
entorpecedor
de
la
obra
común.
Si
se
construye
mejor
en
silencio
que
en
la
algarabía
de
lo
dicho
sin
reflexión,
es
porque
la
palabra
deja
a
la
piedra
mal
colocada,
con
una
argamasa
de
mala
calidad:
frágil,
quebradiza,
que
apenas
sujetará
al
resto.
Por
ello,
es
por
lo
que
tenemos
que
usarla
con
especial
cuidado,
como
la
medida
exacta
de
arena,
cemento
y
agua.
Con
la
palabra
acercas
o
alejas,
sujetas
o
derribas
las
piedras
de
todos.
Úsala
con
medida,
como
la
regla;
generosamente,
como
el
trazo
del
compás
y
con
la
fuerza
de
la
palanca
para
colocarla
en
el
lugar
adecuado.
Ricardo
1 comentario:
Es un cuento corto que relata algunas de las memorias de mi niñez y las convertí en fantasía. Aunque nunca he sido miembro de una organizacion masónica tengo que confesar que durante mi niñez conocí miembros de la masonería que formaron indirectamente parte de mi vida.
Así que el libro fue hecho con mucho respeto y en agradecimiento a esas personas. No es sobre masonería pero tiene elementos que recuerdo de mi niñez.
Espero les guste si tienen la oportunidad de leerlo.
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