Francesco Clemente, Symbolon, 1977 |
Hay dos formas de comprender los símbolos: de forma convencional o
intencional y de forma esencial.
La primera de ella se manifiesta cuando
en el símbolo el sentido moral o espiritual aparece como añadido, no se
justifica inmediatamente por la naturaleza del objeto que es su primer
término, no convence apenas porque se ve intercambiable. En la segunda
forma de comprender los símbolos, la esencial, lo anterior es imposible,
pues el simbolismo auténtico o esencial se define justamente por ese
vínculo íntimo e indisoluble entre el objeto material y su significado
espiritual, análogo al de la realidad visible con la invisible, a la del
cuerpo con el alma, unión que se percibe como un todo orgánico fruto de
la síntesis instantánea de conocimiento e intuición. El simbolismo así
entendido, como esencial, no hace más que explicitar una realidad
espiritual que de forma implícita ya existe en el objeto.
Percibir los
símbolos de forma esencial hoy en día tropieza con nuestra mente, que no
se encuentra preparada para captar esas imágenes, esas representaciones
cosmológicas. Nuestra mente hoy percibe el mundo como un conglomerado
de fenómenos, no como un organismo armonioso y jerarquizado, se percibe
cuantitativamente: como fuerza y materia produciendo los fenómenos, y no
existe, pues, una clave del mundo. Si consiguiéramos entrar en la
concepción cualitativa, consideraríamos menos los fenómenos y las
fuerzas materiales y más la estructura interna del mundo, su
arquitectura espiritual, la unidad espiritual que une las partes del
universo, de forma que descubriríamos, primero, analogías y
correspondencias entre esas partes y, a continuación, la unión de las
partes con el todo.
El Templo y la simbología que encierra en su
interior trata de extraernos del mundo sensible para llevarnos al mundo
inteligible. No podemos olvidar la Teoría de las Ideas de Platón que
afirma que existen entidades inmateriales, absolutas, inmutables y
universales independientes del mundo físico: la Justicia, la Bondad, el
Hombre en sí…, las entidades y proporciones matemáticas en sí mismas… de
ellas derivan su ser todo lo justo, lo bueno, el Hombre, todo lo
armónico y proporcionado que hay en el mundo físico. Recordemos que para
Platón idea no era una construcción mental de un objeto sin existencia
fuera de la mente que los concibe, sino que se trata de realidades, de
las únicas realidades en sentido pleno ya que lo que de realidad hay en
el mundo físico deriva precisamente de ellas. El conocimiento
intelectual es irreductible al conocimiento proporcionado por los
sentidos, ya que estos no son capaces de captar las estructuras
matemáticas, las esencias intangibles que sólo puede captar la razón. La
razón atiende al carácter y existencia absoluta de las ideas, por el
contrario, el conocimiento sensitivo atiende a la mutabilidad y poca
consistencia del mundo físico.
Por ello, qué más me da que esos símbolos sean utilizados por otras religiones que pretenden apropiarse de ellos. Para mí son lo que son una vez que los he examinado. Que cada uno les exprima su significado.
He dicho
Rafael
No hay comentarios:
Publicar un comentario