viernes, 4 de noviembre de 2011

La palabra



Embrión de la idea, esbozo de un pensamiento, portadora de sentido salta -verba volant- de bocas a oídos. Construye o derriba, alienta o desanima, empuja o detiene, excita o calma, acaricia o golpea… Todo se rompe con una palabra hiriente, destemplada, desabrida, extemporánea… O se arregla con la amable, sincera palabra de cariño y afecto o la franca y medida en la plancha, en la circulación tras su lectura; la que entre masones construye a quien la recibe y mantiene la armonía, pule la piedra traída al taller y la ajusta en su sitio.

La palabra es peligrosa. Lanzada con descuido, imposible ya de recuperar, hiere como el dardo de Lázaro Carreter. Tan peligrosa que Maurois aconsejaba que los diccionarios llevasen una vitola con la leyenda: “Peligro. Manejar con cuidado”.

La palabra muestra el interior de la persona, la luz que lo guía, la riqueza de sus sentimientos y la prudencia de sus opiniones. Con la palabra pulimos las aristas de nuestra relación y las afilamos, porque, al contrario que el hacha, con su uso exacto no se embota, si no que llega más hondo, directa al corazón.

La palabra es la medida del pensamiento, tapete sobre el que desplegar las ideas, soporte de deseos e ilusiones que arraiga en la mente de los que la escuchan haciéndola crecer en ellos cuando es amable, o golpeándoles cuando está fuera de lugar.

La palabra, cuando funciona como la argamasa, une y fija las piedras del taller; cuando es inconclusa, doble, sobreentendida, gruesa, irónica, injuriosa… golpea metálica con la impericia del obrero descuidado o imprudente.

La palabra es también silencio, cuando hablar es redundancia, añadir algo a lo ya dicho sin aportar nada nuevo, entonces hablar es sobrecargar la obra. Si la palabra a tiempo construye, a destiempo, repetida, hace barroca la obra.

La palabra circula entre columnas, del Norte al Sur, permitiendo a cada obrero aportar su piedra, pasando del silencio interior del aprendiz al exterior del C.·. o del M.·. Pasa del diálogo medido, mesurado de la reflexión a la expresión externa de la idea que golpea en la piedra, para llegar al Oriente, donde coloca a cada piedra en su sitio.

La palabra crea cuando responde a la Verdad, a ese sentimiento que impulsa a la mejora personal; cuando es Buena, porque ayuda a expresar el compromiso de mejora; y cuando es Necesaria, porque aporta algo no dicho, algo nuevo. Si no, es ruido, lucimiento personal, soberbia, histrionismo que cansa y enlentece el trabajo de todos los obreros.


He dicho.
Ricardo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

CON LA PALABRA TAMBIEN TRASMITES AMOR, CONSUELO,ENTENDIEMIENTO...ETC.

Gottlieb dijo...

Estimado anónimo, lo primero rogarle que no utilice las mayúsculas, no hace falta gritar para hacerse entender y lo segundo es que quizás deba releer el trabajo ya que todo eso ya todo lo que apunta se encuentra incluido en él si se va más allá de lo que se lee a simple vista