La Federación Española de la masonería mixta internacional “Le droit humain” (El derecho humano), por resolución de su convento anual del 2009, envió una carta al gobierno español pidiendo el reconocimiento de los moriscos después de 400 años de su expulsión. Este hecho nos puede plantear una serie de preguntas ¿Qué tiene que ver la masonería con la expulsión de los moriscos? Y sobre todo ¿Qué aporta recordar algo que sucedió hace cuatrocientos años a los masones y a los hombres y mujeres libres de hoy en día? ¿Quiénes eran estos moriscos?
Un país, una nación, un estado, se construye sobre unos valores, las cosas que consideramos importantes y que marcan un espacio de convivencia. Utilizamos aquí la palabra nación, entendida como un marco de convivencia de un grupo humano diverso regido por leyes y valores, y no, como el derecho de un colectivo unidos por lengua, raza, o religión a formar un estado del que están excluidos los que no son comparten estas características. Este concepto de soberanía nacional del que hablamos es, de este modo, el libre ejercicio de personas libres en un marco de derecho, laico, es decir, de respeto a todas las creencias y diversidades. La tolerancia e igualdad de derechos, la libertad y la fraternidad son, para los masones, los valores fundamentales que deben regir nuestras relaciones y las naciones.
Reconocer, recordar y resaltar aquellos hechos que, en nuestra historia pueden ejemplarizar esos valores y a las personas que sufrieron por ellos o los defendieron es un modo, el único, de contribuir a su extensión y permanencia. Fue la península ibérica en este sentido un lugar fecundo en el que durante siglos, en Al Andalus, pero también al principio en los reinos cristianos del norte, convivieron de forma fecunda distintas religiones y formas de ver el mundo. La ciencia, la filosofía, la literatura, la arquitectura, la musica y otras artes, de Al-Andalus fueron una luz potente en la oscuridad de la edad media europea. También la religión con los movimientos místicos cristianos, la cabala judía y el sufismo hispano tuvieron una edad de oro en Al-Andalus.
Desgraciadamente, poco a poco, el fanatismo y la exclusión se fueron imponiendo, y así, desde el siglo XV ese el modelo de convivencia, de país, de valores, de cultura que fue cuajando en los reinos que formarían posteriormente España y Portugal.
Nuestro país se construyó contra su propia historia, y lo que es peor, contra sus propios hijos:
En 1492 se obligó a los judios a la conversión o a la expulsión
En 1502 a los musulmanes.
En 1609 se expulsó a los descendientes de los musulmanes, españoles totalmente arraigados en su tierra, muchos de ellos no conocían el árabe e incluso bastantes eran cristianos sinceros.
Pensemos en los moriscos de Aragón o Castilla, que llevaban conviviendo con sus vecinos judios y cristianos, en un reino cristiano desde hacía 600 años. De nada les valió, varios cientos de miles fueron expulsados, los campos de muchos lugares quedaron vacíos, la economía tuvo una crisis terrible. Fue un genocidio terrible, que despobló territorios, que atrasó España.
Ellos, los expulsados, los masacrados, fueron las principales victimas de aquel horror. Muchos volvieron y fueron ajusticiados por ello, otros lograron esconderse a costa de perder su cultura, la mayoría ocuparon el norte de Africa donde sus supuestos hermanos musulmanes les acogieron, salvo excepciones, con desconfianza por su lengua y sus costumbres españolas
Pero no solo sobre ellos cayó la oscuridad y una noche terrible, también para los que se quedaron, el fanatismo, la ignorancia, el rechazo al otro, fueron los valores con los que se construyó nuestro país, y esa violencia la hemos vivido y sufrido hasta hace pocas décadas y aún hoy pervive y se agita en medios de comunicación y grupos que excitan el odio al que nos comparte sus creencias y ha entendido el patriotismo como el odio a lo diferente.
Desde la mitad del siglo XV la inquisición se cebó con los españoles judios, musulmanes, protestantes o simplemente librepensadores asesinando, expulsando, torturando a cientos y cientos de miles y esto condicionó nuestra historia para siempre, acabó con el pensamiento y la ciencia.
Tras la inquisición vinieron las guerras carlistas y el horror del franquismo asesinando de nuevo a cientos de miles de españoles por sus ideas.
Nuestros campos están llenos de fosas.
No queremos vivir en un país así.
Desde hace treinta años por fin vivimos en una democracia y para reforzarla debemos crear ese nuevo marco de convivencia y no podemos hacerlo sobre la ignorancia, la ocultación o el abandono de quienes sufrieron tanta injusticia por pensar distinto. Hemos de reencontrarnos con nuestra historia y reconciliarnos con ella, que se sepa lo que se hizo en este país con los judíos, musulmanes, moriscos, protestantes, etc que se sepa, que se les reconozca y se les desagravie.
Los moriscos eran de este país, y hoy en día siguen siendo en Tunez, Argelia, Marruecos, una comunidad viva que ha conservado, con amor y cuidado, mucho de la cultura de aquellos tiempos.
Reconocerlos a ellos y a sus descendientes, no solo es para ellos, es también un servicio a los que vivimos en esta tierra de España. El servicio de reconocer la grandeza de una época, el reconocer nuestra multiculturalidad y pluralidad religiosa e ideológica. El servicio de contribuir a una España como lugar de encuentro, de valores de tolerancia y libertad.
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