jueves, 23 de agosto de 2012

EL LIBREPENSAMIENTO como razón de ser de la Francmasonería.


El librepensador es aquel “que forma sus opiniones sobre la base de la razón, independientemente de la religión, la tradición, la autoridad y las ideas establecidas, para ser dueño de sus propias decisiones” (Wikipedia) o, también, quien se acoge al librepensamiento que es la “Doctrina que reclama para la razón individual independencia absoluta de todo criterio sobrenatural” (RAE). Es decir que, por encima de cualquier otra consideración, se trata de un individuo que rechaza cualquier opinión que no se base en la razón.

Obviamente no estamos ante una cuestión que ataña exclusivamente a la masonería aunque es obvio que si algo es el masón, o la masona, es librepensador -no alguien que piensa con libertad-, aunque esta condición se da, también, en quienes siguen la escuela racionalista o la del humanismo secular. Bien es cierto que el humanismo es algo que entronca de manera muy directa con el pensamiento filosófico de nuestra Orden, El Derecho Humano, aunque sin que tal sea una exclusiva ya que la misma corriente se puede encontrar en el GOF, quizás porque el DH es, en gran medida, heredero del pensamiento filosófico de la gran Obediencia liberal francesa aunque llevado un punto más allá al haber considerado a todos los seres iguales desde mucho antes de que aquella lo hiciese.

Volviendo a la cuestión que nos ocupa, y que me preocupa especialmente dado el oficio que desempeño en la actualidad, parece que resulta harto complicado compaginar una postura de librepensamiento con planteamientos teístas ya que estos se basan en la creencia en un dios revelado, y hacedor de todas las cosas por encima de la razón, la ciencia o el conocimiento empírico. Digo que me preocupa en tanto en cuanto la masonería trata, principalmente, de forma a hombres y mujeres capaces de generar su pensamiento en base a la razón, el escepticismo y finalmente -quizás como corolario de todo ello- considerar el laicismo como única filosofía válida para reunir, por encima de creencias, a todo el género humano.

Parece que a la vista de lo expuesto, que no es más que una reflexión sujeta al escrutinio de esta asamblea, tenemos que admitir como inapelables algunas cuestiones básicas en nuestro trabajo como francmasones:

La razón es lo único que nos puede conducir a sostener un pensamiento crítico
La creencia en cualquier forma de deidad revelada (el teos) se muestra contraria a los principios que informan una masonería cuya base filosófica sea el humanismo y el laicismo.

En consecuencia es evidente que uno de los fines que debemos perseguir en nuestra formación es desprendernos de cualquier traza de pensamiento que se base en cuestiones irracionales como la fe, o cualquier otro tipo de creencia en la que lo mágico sustente nuestro discurso, y todo ello con independencia del respeto debido a las particulares formas de pensamiento de nuestras Hhas:. y HH:. y sin que este respeto nos impida trabajar para desterrar cualquier forma de irracionalidad existente en la formación de su pensamiento.

Es incontrovertible que si se trata de formar individuos críticos, el primer paso es conseguir que la irracionalidad desaparezca de la manera en que discurren quienes se sientan en nuestras columnas y esto únicamente podremos conseguirlo mediante la aplicación de un método racionalista en nuestro discurso individual o colectivo.

Escribía hace ya algún tiempo que o hacemos una masonería crítica, o estaremos haciendo algo que puede ser llamado como tal pero que no será más que un trabajo huero y sin la menor trascendencia, estaremos obviando una de las principales obligaciones de un masón o una masona, crecer como ciudadanos con todo lo que el propio concepto lleva consigo

He dicho

miércoles, 15 de agosto de 2012

Para hacer Masonería: Al fondo al sitio




Cuando hablamos de las carecterísticas definitorias de nuestra Orden solemos poner énfasis en la mixidad, quizás en el internacionalismo, pero en muy pocas ocasiones nos  detenemos en un rasgo que para mi tiene cada día mayor importancia y es el que podemos definir con un "aqui cabe cualquiera" -señalando que ese "cualquiera" debe cumplir el mínimo de tratarse de una persona "libre y de buenas costumbres", cuestiones en las que no voy a entrar por haber sido tratadas en ocasiones anteriores en éste mismo blog .

Bien es cierto que la masonería en general es un grupo especialmente proclive a admitir en su seno a una gran diversidad de personas, pero no es menos cierto que en Le Droit Humain la cuestión se lleva hasta el límite. No se trata únicamente de una cuestión de sexos o de géneros, nacionalidades, diversidad social, económica, intelectual o ideológica, si no de algo mucho más profundo al tratarse de una asociación, de un grupo humano, con una característica definitoria clara: la cuestión iniciática y como base el rito.

En nuestras logias, de forma mayoritaria, se practica el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, aunque con algunas peculiariedades propias de la Orden, lo que no es óbice para que se practiquen otros ritos como el "Lorendal" con una clara carga teosófica pero que convive sin mayor problema con el laicismo del REAA.

Se me podrá oponer, es bien cierto, que en otras obediencias se da el mismo tipo de convivencia entre diferentes sensibilidades ritualísticas y que, faltaría más, en lo personal cabe cualquier pensamiento que se encuentre dentro de los límites más arriba señalados. Pero no es menos cierto que esa convivencia se produce con una clara separación administrativa entre los diferentes colegios de ritos de tal manera que la unión completa se da, sólo, en las logias azules, grados 1º, 2º y 3º, y comienza a diverger en los denominados filosóficos. En le Droit Humain, como no y como en tantas otras cosas, se quiso ir más allá desde sus inicios y por ello no existe separación entre unas logias y otras, el camino iniciático se inicia en el primer grado y termina, sin solución de continuidad, en el Grado 33º y último del REAA.







 

sábado, 11 de agosto de 2012

Valores, mafia y capitalismo

Leo en la sección de novedades editoriales en Management de una revista -de esas que circulan por los departamento de Recursos Humanos-, la reseña de un libro que lleva el título de “Aprenda de la mafia, para alcanzar el éxito en su empresa (legal)” escrito por Louis Ferrante, exmiembro del clan mafioso Gambino de Nueva York tras pasar ocho años en la cárcel.
 
La reseña que hace esta revista del libro no tiene desperdicio. Se pregunta “¿Seguir los consejos de un ex mafioso? ¿Por qué no?” Se contesta. “Al fin y al cabo, un capo de la mafia sabe más sobre el auténtico liderazgo que cualquier consejero delegado de una empresa grande.” Afirma. Y cierra su sinopsis: “El libro recopila consejos prácticos, valiosos y que ayudan a desenvolverse en el complejo mundo de la empresa”. Miedo me da.
 
Los masones nos preguntamos con frecuencia si los valores que defendemos están en vigor y si sirven como guía frente a los que parecen estar en pleno auge, por ejemplo en el mundo de los negocios, avalados por los denominados gurús y escuelas de negocios -a los que ahora viene a sumarse el “modelo mafioso”- y siempre concluimos en que esos valores gozan de plena vigencia aunque de inexistente aplicación. A juzgar por las noticias que leemos y vemos en los medios de comunicación. 
 
Leonardo Sciascia, profesor, escritor y periodista, y sobre todo siciliano, dejó escrito que “La mafia no es más que capitalismo de lo ilegal, mientras que el capitalismo es la mafia de lo legal”. Y hoy esa parece ser una regla cuasi universal en la gestión de las grandes corporaciones: desde las financieras, como el Barclays o el Deutsche Bank, que alteraron durante años el Libor -estafando con ello a millones de clientes- a las lácteas o las constructoras o las eléctricas, que actuando como un clan (oligopolio) pactan los precios para eliminar la libertad de negociación de sus proveedores o clientes. 
 
Pero, ¿esto ha sido siempre así? Sí. Esto “ha sido siempre así”, aseguran muchos. Y se equivocan. No siempre ha sido así. De hecho fue al contrario: los negocios se regían por una moral muy estricta y el que la trasgredía se exponía a quedar “fuera del mercado”. La moral de los negocios era parte de la moral del hombre, formaba parte de la formalidad como virtud burguesa: esa por la cual había que vivir correctamente como ejemplo de la “corrección” con que se dirigía el negocio y todo lo que llevaba aparejado de trato comercial.

La moral era cultivada como virtud personal y comercial, de modo que “no ha habido nadie en nuestra familia que haya roto su promesa en el cumplimiento de contratos […]. Los nuestros han observado siempre la mayor sencillez y sinceridad en la firma de contratos, y ello les ha hecho merecedores de gran fama en Italia y en el extranjero”, presumía Leon Battista Alberti en la Génova del XV, para añadir sobre la actividad comercial que: “Toda compra o venta ha de estar presidida por la sencillez, la fidelidad, la sinceridad y la honradez, tanto en tratos con extraños como con amigos; los negocios han de ser claros y concisos”. A esto lo llama la onestá, y sería la principal virtud burguesa, en lo comercial y en lo personal. Pues una era reflejo de la otra.
 
Qué lejos quedan aquellos valores de “sencillez, fidelidad, sinceridad y honradez” de lo que hoy nos encontramos en esas cláusulas de letra nanográfica y lenguaje sólo al alcance de un abogado del Estado en los contratos que firmamos con bancos o telefónicas. Qué opacidad, qué farragosos.
 
Si hoy los valores de “sencillez, fidelidad, sinceridad y honradez” son conocidos, siguen vigentes y son aplicables, ¿por qué suenan utópicos? ¿Por qué nos sorprenden?

Ricardo.

viernes, 10 de agosto de 2012

Robin Hood y la hipocresia del poder

Luís Candelas

Estos últimos días nos ha llegado la noticia y el correspondiente cruce de opiniones sobre el tema, del acto ocurrido en Andalucía, donde emulando a Robin Hood, una serie de miembros del SAT requisaron alimentos básicos de dos supermercados para llevarlos a un banco de alimentos para la gente necesitada. 
Antes de nada me gustaría poner algunos datos:

  1. Según los datos del 2011 la población andaluza es de 8.424.102, de los cuáles en el medio rural se sitúan el  54,92%, es decir,  4.500.000 habitantes.
  2. La población desempleada en Andalucía es del 34%, y el paro juvenil se sitúa en el 50%. El mayor nivel de desempleo de Europa y el mismo que Palestina.
  3. La extensión terrestre andaluza es de 87.597 km2, y el 90% del territorio andaluz es considerado de ámbito rural.
  4. La extensión de tierras de cultivo en Andalucía es 8.000.000 de hectáreas, de las cuáles el 50%, 4.000.000 de hectáreas, está en manos del 2% de propietarios. Los terratenientes, la Junta de Andalucía y el Estado, poseen fincas de cultivo que la mayoría están abandonadas en baldío, con una media de 25.000 hectáreas por finca.
  5. El dinero en subvenciones de Europa,  asciende a  1.600.000€ anuales para el campo andaluz, de los que el 80%  se lo quedan el 20% de propietarios.
Esta situación es endémica en Andalucía y se puede remontar a la reconquista, donde la forma de repoblación de este territorio consistió en los donadíos, que los reyes concedían a nobles y Órdenes militares que conquistaban los territorios del sur de Al-Andalus. 
A lo largo de toda la historia contemporánea de nuestro país, podemos observar la gran importancia que el territorio andaluz ha tenido en las diferentes luchas por conseguir una sociedad más justa y más libre: Constitución de Cádiz de 1812, Revolución Gloriosa de 1868, Revolución cantonal durante la  Primera República, ocupaciones de tierras durante la Segunda República y el Frente Popular.

Parece que en esta situación de crisis, a la que nos han llevado los que manejan los hilos de la economía capitalista y neoliberal, algunos sectores del pueblo andaluz, están recuperando los movimientos que les pusieron en la vanguardia de la historia de los siglos XIX y principios del XX.

La acción de denuncia del SAT en dos supermercados andaluces, no es la única que se esté llevando a cabo en este territorio, pues aunque menos difundidas se han producido otras en los últimos meses de este año, como son la ocupación de la finca de Somonte (400) hectáreas, propiedad de la Junta de Andalucía en Córdoba, y la finca de Las Turquillas, en Sevilla, propiedad del Ministerio de Defensa.
Me resulta muy curiosa la contestación del PP a la acción del alcalde de Marinaleda, miembro del SAT y de IU, partido que comparte el poder con el PSOE en Andalucía:
"Un partido de gobierno tiene que dar ejemplo a los ciudadanos y esa es la responsabilidad básica que hay que recordarle un día más a IU para que condene la acción de su diputado y le exija responsabilidades en la asamblea andaluza", dijo el portavoz popular en el Congreso, Alfonso Alonso.
Me imagino que dar ejemplo a los ciudadanos, consiste en malgastar inútilmente los fondos públicos, es decir los de todos, en aeropuertos para conejos, en arramblar dinero de las arcas públicas en todo tipo de tramas y chanchullos municipales y autonómicos, en mantener sueldos vitalicios y compensaciones económicas de escándalo para muchos de los culpables de la crisis bancaria, en denegar el acceso a la sanidad a los más desfavorecidos, en mandar a la calle a miles de familias golpeadas por el paro,  y un largo etc,  que todos conocemos.
Parece ser que en el nuevo diccionario político, robar miles de millones no supone ningún mal ejemplo para los ciudadanos, pero repartir alimentos básicos para los que nada tienen es un acto de” lesa majestad”.
Si tanto le preocupa al señor Alfonso Alonso el ejemplo a dar a los ciudadanos, convendría recordarle que el máximo ejemplo en un sistema de democracia formal como la que el defiende es el respeto a la Constitución, y me gustaría recordar aquí un artículo de la nuestra que, como otros muchos,  ni se respeta, ni a ningún político parece preocuparle:

Artículo 47 de la Constitución Española:

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Deberíamos retomar el origen del término política, como aquello que afecta a los ciudadanos,  y no con la degeneración que ha sufrido en la práctica, donde la mayor parte de las veces es una profesión orientada al enriquecimiento monetario o de poder en beneficio de quienes lo ejercen y no de la sociedad en su conjunto.
Anubis

martes, 7 de agosto de 2012

El desapego a la Gran Obra

   La Masonería nos habla con dos voces. Una grande, clara, y otra sutil, en susurros o pequeñas indicaciones. La gran voz nos deja claro porque estamos aquí: buscamos el Amor Universal plasmado a través de la fraternidad; el progreso de la Humanidad a través de nuestro trabajo personal; elevar nuestro corazones a los más altos ideales… ¿Pero que nos dice la voz pequeña? La voz pequeña nos dice muchas cosas. Nos dice que busquemos, que preguntemos, que enseñemos y aprendamos, que el ideal está por encima de todos los intereses, que los cargos son pasajeros, que el bien común está por encima del personal, que la palabra es nuestra única herramienta y que la razón ha de ser nuestro único guía.


Una de esas cosas pequeñas se nos descubre cuando el maestro de ceremonias, antes de entrar, dice: Dejemos los metales a la puerta del Templo y que nuestros corazones se unan en fraternidad. La costumbre nos puede hacer perder el sentido profundo de la frase pero su importancia es altísima. Dejar los metales, dejar nuestros prejuicios y cambiar nuestra forma de actuar. Fuera somos seres sociales, tenemos nuestra forma de viajar y nuestras mañas en el carrusel de la Vida. Cuando pasamos al Templo, allí la fraternidad, la razón y el amor han de guiar nuestro trabajo, mover nuestras herramientas. Debemos comprometernos a funcionar de otra forma, debemos convertirnos en constructores anónimos de la Gran Obra.

 Sí, entre otras muchas cosas, esto es lo que nos dice esa voz pequeña que se aprende a escuchar con el tiempo, la experiencia, los buenos y malos momentos vividos. Es algo callado, sutil, que se llega a percibir en el alboroto del trabajo de construcción. Y nos dice que el Templo, el edificio, según se va trabajando en él, cobra más importancia que el obrero. Los Templarios gritaban en sus ataques Non nobis Domine (No para nosotros Señor), el soldado ateo que moría por sus ideales daba, generosamente, todo lo que tenía, la vida, por la esperanza del avance social, el constructor de catedrales trabajó sin ver la obra terminada, solo intuida en unos planos y a veces en constante cambio, con la idea de que su trabajo era parte de algo que glorificaba a su Dios. Al igual que todos ellos, nosotros pasaremos, la Masonería y la Sociedad Civil continuarán. Trabajemos bien nuestra construcción, cumplamos con nuestro compromiso y que nuestra aportación, grande o pequeña, nos enorgullezca, pues el Templo de la Humanidad nunca lo veremos acabado, tengamos la alegría de que con nuestro trabajo es más fuerte, más bello y más sabio.

viernes, 3 de agosto de 2012

Por cada embarazo no deseado: un hombre cómplice


Quiero empezar aclarando que no estoy a favor de que nadie, ni hombre ni mujer, sufra consecuencias legales por interrumpir un embarazo. Esta reflexión pretende simplemente presentar un giro de tuerca sobre los argumentos de los auto-denominados ‘defensores de la vida’, para dejar en evidencia el machismo y la incoherencia que hay detrás de sus argumentos. El giro consiste en poner la lupa en el papel del hombre en el tema de los embarazos no deseados. Porque en los círculos donde el aborto es considerado un problema social, la mujer es la única estigmatizada: la única a la que se enjuicia, la única que comete delito, y la única que tiene obligación legal y moral de hacerse cargo.

 ***        ***            *** 

Siempre, cuando se habla de aborto, tanto los que están a favor de la libertad de la mujer sobre su propio cuerpo, como los que no, entienden que es una responsabilidad exclusiva de la mujer. En eso, parece que estamos todos de acuerdo. 

En los pro abortistas esta visión es coherente: si nosotras tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, debemos asumir la responsabilidad íntegramente, tanto si decidimos llevar el embarazo a término como si decidimos que no. Coherente. Vale.

Por su parte, los anti abortistas, en su teórica defensa de la vida, sostienen que la mujer no tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo, porque por encima está el derecho a la vida. Veladamente, lo que realmente se defiende aquí es que la mujer, y sólo la mujer, debe asumir la responsabilidad de haber practicado sexo sin protección, responsabilidad que se traduce en la obligación de llevar a cabo el embarazo hasta su término y hacerse cargo de la crianza de ese bebé. Que las circunstancias en muchos casos sean que ella pueda estar sola, sin el padre, sin trabajo, sin familia y/o sin apoyos, al parecer es irrelevante. Porque para los defensores de la vida, solo importa el derecho a la vida, y no si esa vida va a tener oportunidades. En cualquier caso, parece que obvian el hecho científico de que, para hacer un bebé, hacen falta espermatozoides del sexo masculino. 

 Porque es paradójico: los anti abortistas jamás hablan del papel del hombre en el tema del aborto/no aborto. Es decir, de la misma manera que se pretende proteger la vida, obligando a la madre a hacerse cargo, ¿cómo es posible que nadie haya pensado que el otro autor de ese embarazo también debería hacerse responsable, tan responsable como la madre? ¿Cómo es posible que hablemos de convertir en delito un aborto porque lo practique una mujer, cuando un embarazo solo es posible previa colaboración de un hombre? ¿No deberían existir para los dos las mismas penas? Si tanto importa la vida por la vida misma ¿por qué sus defensores no buscan jamás corresponsabilizar al hombre de estos embarazos no deseados? En pleno siglo XXI, y con todos los recursos científicos disponibles para comprobar el tema de la paternidad, no caben excusas; al menos, claro, que prohibir el aborto esté concebido como una forma de controlar la sexualidad femenina, exclusivamente, y no la masculina. 

Y sigo. Porque ¿no protegeríamos mejor la vida asegurándonos que todos los hijos son reconocidos legalmente por ambos progenitores, para empezar? De esta manera, tendrían más oportunidades, porque tendrían a dos adultos legalmente obligados a cubrir sus necesidades. 

Personalmente, prefiero que la mujer pueda interrumpir su embarazo libremente, y no implicar legalmente a los hombres en las decisiones ni responsabilidades. Pero sinceramente, si la idea es que nos amenazan legalmente por interrumpir un embarazo, por coherencia creo que deberíamos sufrir todos las consecuencias, ellos también, porque una mujer no puede auto-provocarse un embarazo no deseado. Y por otra parte, si nos van a obligar a tenerlo, quiero que el estado, por las mismas razones que nos obliga a las mujeres a tenerlo, ponga medios que garanticen que el padre reconoce a su hijo, y que esté obligado a aportar y ayudar en su crianza. Es una solución quizás incómoda, pero lo que realmente quiero argumentar es que sería infinitamente más coherente si con la prohibición del aborto lo que se buscase de verdad fuera proteger el futuro y los intereses del no-nacido.

Que este planteamiento ni se contemple remotamente es una demostración más de la total incoherencia del discurso de los que defienden la vida. Deja en evidencia que detrás de la prohibición del aborto lo que hay es pura ideología, una ideología rancia y machista que no busca proteger la vida, tal y como repiten a modo de mantra, sino controlar el cuerpo de la mujer; que no promueve los valores de la familia ¿qué valores? ¿qué familia? sino la opresión, la injusticia y la desigualdad. 

Y si no es así, si esto no es un ataque a la mujer y sí es protección a la vida, que lo demuestre nuestro gobierno y el Ministro de Justicia, incluyendo en la nueva ley prevista para otoño a ambos progenitores, tanto en las responsabilidades como en las consecuencias legales; porque por cada embarazo no deseado, hay un hombre cómplice. 

MARS