Medio
en
broma,
medio
en
serio
hemos
dicho
alguna
vez
que
la
Masonería
es,
tanto
una
sociedad
iniciática,
como
gastronómica.
Sin
duda,
es
una
exageración,
pero
algo
de
verdad
encierran
estas
palabras
si
lo
referimos
a
lo
que
ocurre
en
la
Sala
húmeda.
Es
éste
el
lugar
que
los
masones
nos
reservamos
para
compartir
unos
momentos
de
fraternal
relajo
tras
el
formalismo
ritual
de
la
T.·.
Es
un
espacio
de
tanta
importancia
en
la
vida
tradicional
de
la
masonería,
que
en
algunas
L.·.
antes
dejan
de
tener
Pasos
perdidos
o
Secretaria
que
Sala
húmeda.
En
la
Sala
húmeda
se
sigue
fuera
del
T.·.
una
parte
importante
de
la
T.·.,
en
un
espacio
profano,
pero
restringido,
y
que
sólo
se
abre
al
exterior
en
contadas
ocasiones.
Donde
se
continúa
conviviendo
y
aprendiendo.
Aspecto
éste
importante,
especialmente
para
el
A.·.,
que
no
sólo
puede,
ya
restituida
su
voz,
preguntar,
intervenir,
sino,
si
así
lo
prefiere,
escuchar
con
atención,
ya
que,
en
no
pocas
ocasiones,
los
coloquios
entre
los
HH.·.
y
Hnas.·.
más
veteranos
le
-nos-
enseñarán
acerca
de
la
Orden,
el
ritual,
los
valores
o
la
historia
de
la
masonería,
a
modo
de
sesiones
improvisadas
y
complementarias
de
instrucción.
Participar
en
los
ágapes
es
una
parte
no
menor
de
la
vida
en
la
L.·.,
y
en
la
masonería.
No
es
una
parte
secundaria
ni
protocolaria
de
la
convocatoria,
es,
en
mi
opinión,
una
parte
privilegiada
de
esa
construcción
de
la
fraternidad
que
en
primer
lugar
se
debe
dar
entre
los
HH.·.
de
la
L.·.
Un
espacio
en
el
que
los
masones
nos
conocemos
personalmente,
dejando
a
un
lado
los
grados,
los
oficios…
en
un
ambiente
informal,
donde
la
ritualizada
acción
de
la
T.·.
se
relaja
y
deja
fluir
los
afectos
y
sentimientos.
Al
igual
que
se
hace
y
se
es
masón
por
la
participación
frecuente
en
las
T.·.,
se
continúa
ese
trabajo
en
el
ágape,
que
si
es
una
opción
no
es
un
espacio
y
tiempo
donde
no
se
pueda
practicar
la
masonería
en
lo
más
inmediato
y
cercano:
la
convivencia
con
los
HH.·.
y
Hnas.·.
No
es
un
añadido
sin
más,
de
trámite,
al
día
en
que
como
masones
nos
reunimos
a
reflexionar
como
mejorar
nosotros
mismos
y
cómo
llevarlo
al
exterior.
Estar
sólo
en
la
T.·.
y
no
participar
de
los
ágapes,
creo
que
es
perderse
una
oportunidad
de
oro
para
aprender
de
los
demás
HH.·.,
y
para
aportar
algo.
Que
se
aprende
tanto
de
la
lectura
de
las
planchas
como
del
diálogo,
de
las
bromas
y
del
chafardeo
alrededor
de
la
mesa.
En
la Sala húmeda “estamos a cubierto”. No estamos en el espacio
sagrado del T.·. pero en ella podemos continuar con nuestro lenguaje
a resguardo de oídos profanos.
En
la Sala húmeda se lima el orgullo y se practica la humildad, cuando
como A.·. sirves, cuidas o limpias el espacio que hemos compartido.
En
la
Sala
húmeda
podemos
poner
en
práctica
la
tolerancia
que
nos
permite
compartir
mesa
y
mantel
con
el
HH.·.
o
Hna.·.
con
el
que
hemos
disentido
en
la
L.·.,
haciendo
del
ágape
un
momento
privilegiado
para
seguir
construyéndonos
como
masones.
He
dicho.
Ricardo.
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