La serpiente es un antiguo símbolo que aparece en casi todas las culturas, pero con significados opuestos. Si nos remontamos al Antiguo Egipto, vemos que las serpientes ocupan un lugar importante en su visión cosmológica. Uadyet (la cobra) era la «Señora del Cielo», símbolo del calor ardiente del Sol y la llama del fuego. Representaba la fuerza del crecimiento, la fertilidad del suelo y de las aguas en la mitología egipcia. También nos encontramos con Mehen, una deidad benéfica que siempre se representa como una serpiente. Su nombre significa "la que se enrosca" y encarna las fuerzas regenerativas de la tierra. Se la representa con numerosos pliegues que cobijan la gestación mítica del sol nocturno en proceso de transformación. Dos serpientes representa a su vez el Alto y el Bajo Egipto, equivalente humano entre las parte más instintiva y la más espiritual.
En algunas mitologías orientales representan la dualidad de género: lo masculino y lo femenino, el Ying y el Yang, al igual que en el caduceo de mercurio. En las representaciones de Shiva, se ve que en su frente aparece una serpiente (cobra) que representa a la Shakti, la sabiduría femenina. Shakti en la filosofía hindú es esa potencia generadora de la diosa madre, y la historia de Shiva y Shakti es la historia de la búsqueda de la otra parte de nosotros mismo, el reencuentro con nuestra totalidad la unir los opuestos. También encontramos en el tocado de los faraones egipcios esa misma cobra.
En muchas culturas encontramos una serpiente o un dragón enroscada en la base del Árbol de la Vida, impidiendo al hombre apoderarse de sus frutos; se simboliza así la gran dificultad que existe para obtener la sabiduría.
La serpiente, al igual que el dragón, representa entre otras cosas el poder de la tierra. Simboliza por tanto la sabiduría femenina, puesto que vive bajo la tierra, está en contacto con los poderes femeninos de las aguas y con el mundo subterráneo, también puede trepar al árbol en dirección al cielo, puede estar en contacto con los tres elementos (tierra, agua, aire) convirtiéndose así en un símbolo de la comunión entre ellos.
En la civilización azteca nos encontramos la serpiente emplumada, que representa los poderes del viento, la lluvia y el trueno. En los mitos celtas, se la asocia con los poderes curativos de las aguas.
Será con la aparición de las religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e Islam), cuando la serpiente se representa como algo malévolo, símbolo de Satanás. ¿Será una coincidencia que las tres religiones que beben del Antiguo testamento, tengan un claro sesgo patriarcal y hayan eliminado de sus mitologías la figura de la diosa madre?
Si dejamos la mitología y nos centramos en el ofidio, observamos que estos animales deben cambiar continuamente de piel para crecer; aquí podemos ver el símbolo de la renovación y el renacimiento, que tantas veces encontramos también en le andar masónico. Al carecer de párpados, sus ojos están siempre abiertos, como deben estarlo también los de aquel que holla los senderos de la iniciación. Se desplaza en silencio y lentamente, como lo hacen el conocimiento y la sabiduría. No es por tanto de extrañar que este animal haya servido de inspiración a innumerables mitos y símbolos.
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